En una de sus giras por el país, antes de empezar la campaña presidencial de 2012, Andrés Manuel López Obrador pasó a lado de los reporteros que lo acompañaban y notó que la mayoría estaba atento a sus teléfonos móviles, compartiendo sus notas en Facebook y Twitter. Entonces López Obrador aún no estaba tan familiarizado con las redes sociales, pero descubrió que estas le ayudarían a contrarrestar la cobertura, a su juicio desfavorable, que le hacían la mayoría de los medios, y sus mensajes llegarían al público sin intermediarios.
“Los medios a disposición de la calumnia son igualmente semejantes a los de la propaganda nazi: el establecimiento de un férreo dominio de los medios de comunicación tradicionales, del que sólo escapan algunas excepciones, y su conversión en aparatos de difusión de las verdades oficiales del régimen que, como se sabe, suelen ser repetidas mil veces”, dice el político tabasqueño en el prólogo del libro AMLO con los pies en la tierra, escrito por José Agustín Ortiz Pinchetti, amigo de Andrés y representante de Morena en el Instituto Electoral de la Ciudad de México.
A lo largo de su carrera política, los medios han captado dos aristas del próximo presidente de México: uno es el López Obrador gobernante, que convoca a mañaneras conferencias de prensa y habla en forma serena, pausada y monótona, y al “líder Andrés Manuel”, que con un discurso explosivo instigó a levantar un campamento en Paseo de la Reforma en protesta por las elecciones de 2006, las cuales perdió por un muy estrecho margen y alegó fraude.
Ahora ocupará Palacio Nacional tras arrasar en las elecciones del 1 de julio tras varios e intensos años en la oposición. Queda por saber si el que se sentará en la silla presidencial será el líder Andrés Manuel, o el presidente López Obrador.
Los símbolos como política
Andrés Manuel López Obrador fue discípulo de Carlos Pellicer, poeta, educador, cristiano y Senador por el PRI por Tabasco, y con quien tuvo su primer acercamiento a la política y aprendió el poder de la palabra. Sus campañas presidenciales han sido conducidas con varios mensajes, algunos poderosos, otros que parecen humor involuntario, y que son captados y reproducidos por una gran mayoría, incluidos sus detractores.
“Por el bien de todos, primero los pobres”, “República amorosa”, “Mafia del poder”, “Frijol con gorgojo”, “Juntos haremos historia” y el que anuncia el inicio de su presidencia: la “Cuarta Transformación”, haciendo alusión a tres procesos históricos anteriores, la Independencia, las Leyes de Reforma y la Revolución.
El logo del nuevo gobierno tendrá como efigies a Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero y a Cárdenas. los cuatro primeros protagonistas de cruentas guerras que dejaron profundas cicatrices en México y, el último, impulsor de la expropiación petrolera, epítome del nacionalismo revolucionario con el que AMLO se formó políticamente y con el que el PRI adoctrinó en las escuelas públicas por décadas.
La austeridad también es un símbolo importante para el ex jefe de gobierno del entonces Distrito Federal. Se bajará el sueldo a 108,000 pesos mensuales, 40% menos que su antecesor Enrique Peña Nieto, y sacó a través de su brazo legislativo de Morena una ley que prohíbe que cualquier servidor público gane más que el presidente, aunque no hayan optado al cargo por elección popular, sino por su preparación académica y técnica.
Muchos funcionarios del Banco de México adelantaron su jubilación antes de que entrara en vigor la ley que pone tope a los salarios. Otros servidores públicos, como jueces, comenzaron a obtener amparos ante una ley que muchos consideran redactada defectuosamente y que puede combatirse con litigios.
Populismo y pragmatismo
Muy probablemente la austeridad no será un asunto solamente de postura, sino que se convertirá en una necesidad para el gobierno de López Obrador. Arrancará su sexenio con la construcción de una refinería en Dos Bocas, Tabasco, del “Tren Maya”, que recorrerá toda la Península, y de dos pistas en la base aérea de Santa Lucía, después de echar abajo el proyecto del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), que llevaba más de 30% de construcción.
La realidad es que contará con pocos recursos libres para este año. En el Presupuesto de Egresos de 2018, el gasto programable (para proveer de bienes y servicios a la población, equivalía a más del 70%, mientras que la inversión pública fue de sólo el 6.5%, de acuerdo con cifras del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).
El gobierno de AMLO presentará el proyecto de Paquete Económico 2019 a más tardar el 15 de diciembre. Si este no es creíble, el presidente puede encontrarse con su primer gran problema en este sexenio.
“La entrega de un plan presupuestario coherente para 2019, dirigido a un superávit primario continuo, validaría nuestra sensación de que el mercado ha sobreestimado en exceso los riesgos para la calidad crediticia de México, derivados de los compromisos de la campaña de AMLO en proyectos sociales y de infraestructura”, dijo Gene Frieda, estratega global de PIMCO, uno de los mayores gestores de activos de renta fija en el mundo, en un artículo publicado el 26 de noviembre.
Paradójicamente, el periodo de transición ha sido más terso para el gobierno de Peña, repudiado por la corrupción, bajo crecimiento, violencia sin control y actitud entreguista ante el presidente Donald Trump, que con los mercados, que ya probaron los primeros tragos amargos con AMLO.
López Obrador decidió cancelar el proyecto del NAIM respaldado en los resultados de una consulta popular fuertemente cuestionada, fuera de la legalidad y con una muy baja representatividad. En octubre y noviembre pasados, el IPC de la Bolsa Mexicana de Valores cayó 16% y el dólar se fortaleció 8% sobre el peso.
Los mercados, que ya descontaban la victoria de AMLO desde mayo, vieron en esta consulta a modo una peligrosa arma para la pulsión autoritaria de López Obrador, con la que podría justificar medidas controvertidas, como centralizar aún más el poder, darle a las Fuerzas Armadas la tarea de la seguridad pública, o hasta una reelección.
Con un respaldo popular sin precedentes y con el Congreso de su lado, López Obrador asume la presidencia de México con grandes expectativas y retos mayúsculos. Es un personaje que no deja indiferente a casi nadie; unos ven en él a un político pragmático, otros a un líder mesiánico.
En el libro de AMLO con los pies en la tierra, López Obrador cita al historiador Daniel Cosío Villegas: “Ante una general corrupción administrativa, ostentosa y agravante (…) la aspiración única de México es la renovación tajante, la verdadera purificación, que sólo quedará satisfecha con el fuego que arrase hasta la tierra misma en que creció tanto mal.”
El tiempo dirá si habrá logrado una profunda transformación de México, o si sólo quedará tierra quemada.