El autor de Tiempo Transcurrido y El Libro Salvaje sabe que no solo la política es importante en tiempo de elecciones, sino también los caminos por los que avanza el periodismo: la posverdad y la violencia.
Para el escritor mexicano no es nada extraño que la palabra del año en 2016 haya sido posverdad (post-truth), de acuerdo con el Diccionario Oxford, neologismo que “denota circunstancias que en los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública, que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”.
Donald Trump ganó la elección presidencial en noviembre de 2016 bajo la sombra de la posverdad. Un proceso electoral en Estados Unidos que estuvo marcado por las dudas de la intervención rusa y las noticias falsas, conocidas en inglés como fake news.
“El rumor se ha convertido en una noticia más importante que los medios acreditados para cubrirla”, dice el escritor.
“Esto ha debilitado al periodismo, pero al mismo tiempo ha refrendado porque no podemos renunciar a conocer la verdad y eso es decisivo”, reflexiona el recién nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
México no solo enfrenta el tiempo de la posverdad, sino el de una violencia desmedida que intimida y asesina periodistas. Buscar la verdad se ha convertido en un ejercicio mortal, el cual amenaza a la libertad de expresión.
“Todos conocemos un lugar en donde lo ilícito se convierte en licito. Hay gente que sirve de fachada aparentemente legal a la criminalidad”, dice el también columnista del periódico Reforma.
La República Mexicana se ha convertido en una morgue para el periodismo y el país es uno de los más peligrosos para la prensa en el mundo. Desde 2000, las cifras dan cuenta de 100 periodistas asesinados durante dos sexenios del Partido Acción Nacional (PAN) y el actual del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Tan solo durante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto han sido asesinados 42 periodistas y 2,000 comunicadores han sido agredidos, de acuerdo con Artículo 19.
México fue considerado en 2017 el segundo país más peligroso para ejercer el periodismo, junto con Siria, Afganistán, Irak y Filipinas.
Juan Villoro cree que el gran peligro no son solo los grupos del crimen organizado, sino los políticos, empresarios, policías y personas que cobijan a las actividades ilícitas, quienes sí temen por lo que los periodistas puedan exponer sobre ellos.
Frente a este panorama, el mismo periodismo debe exigir acabar con las zonas grises de México que ponen en riesgo el oficio de informar. La implicación de la denuncia es que el gobierno se investigue a sí mismo.
Juan Villoro recorre los territorios del oficio considerado el más bello del mundo y cree que tiene un compromiso renovado frente a sus retos. “El periodismo tiene mucho que dar como custodio de la verdad y mucho que dar como crítico de una realidad que lo está afectando en forma notable”.